jueves, 31 de julio de 2008

Transportados (Escena 2): Se acaba el mundo, ¿qué vas a hacer?

Sentado frente a su televisor, Jonás miraba a la pantalla sin pestañear. ¿Cuánto hacía que se había dado la gran noticia del fin del mundo? ¿Dos días? ¿Una semana? ¿Un mes? Daba lo mismo porque el caos se había apoderado de la ciudad. Robos, vandalismo, suicidios. Los cielos apenas empezaban a tomar un color violáceo y los vientos habían incrementado ligeramente; como si estuviéramos observando un atardecer perpetuo que invita a la tranquilidad y no a la autoaniquilación que se vivía en las calles. Las noticias no podían ser más dramáticas, la programación regular estaba interrumpida y los pocos canales que aún transmitían se habían enfocado en el Apocalipsis y el misterio de los Elegidos. Aquellos pocos hombres y mujeres que habían sido escogidos para salvarse y cuyas identidades se habían mantenido en secreto. ¿Cómo iban a sobrevivir? Nadie sabía. Después de todo el mundo se iba a acabar y no tendrían un lugar para vivir. “Desgraciados,” dijo Jonás con el aire entrecortado y una rabia que tenía su mandíbula trabada. Una ráfaga de balas pegó contra la pared externa de su casa, forzando a Jonás a lanzarse al suelo en caso que alguna bala perdida le volara los sesos. Si al menos le pegaran al televisor, tendría una preocupación menos, pero la suerte no estaba de su lado y no iba a encontrar un minuto de calma. No cuando ya había iniciado la cuenta regresiva para el final de sus días.


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Caminando a gatas por el piso de su apartamento, se dirigió a la cocina y agarró el cuchillo más grande que encontró. No iba a perder su vida sentado frente al televisor como un vegetal, se iba a llevar consigo a esas bestias que estaban afuera amenazando con robar su cordura, y si lo mataban, mucho mejor, así no tendría que seguir con esa absurda espera. Daba lo mismo terminar de una vez, era evidente que las cosas no iban a mejorar, así que mejor darle prisa a ese último aliento.

Estaba a punto de dejar su apartamento cuando sonó su celular. “Hubiera jurado que esta mierda ya estaba muerta.” Leyó el nombre en la pantalla. Era Adrián, su hermano.

—¿Qué quieres? —preguntó Jonás cortante.
—¿Jonás? Casi no te oigo.
—Estoy ocupado, dime ¿qué quieres?
—Jonás, no lo vas a creer. Soy uno de los Elegidos. ¡Me van a salvar!

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