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¿Quién diablos dejó salir la noticia? -se preguntó. Se suponía que debíamos evitar ésto a toda costa…
Apenas tuvo tiempo de cerrar la ventanilla del auto cuando algo viscoso se estrelló contra el vidrio.
-¡Desgraciados!
Arrancó, pasó por encima de un poco de basura, dobló en la esquina y se dirigió al Instituto.
Ya tranquila, sacó la llave de la guantera y la insertó en el estéreo. Play. Tarareó un poco y luego cantó el coro de la canción que no por casualidad había sonado de primera entrada:
Oh no, not me
I never lost control
You’re face to face
With the man who sold the world
En medio de tanta carrera y debido al tremendo susto que había sentido en la calle, no se percató que el café de Erick se había derramado sobre el asiento, pero curiosamente no había sido absorbido por la tela si no que flotaba a escasos milímetros de ella, y habían comenzado a separarse la leche, el café y el azúcar, acusadoramente, como una muestra más de que ya no había remedio para esta locura que estaba sucediendo…
En el Instituto todo estaba muy silencioso. Caminó hacia el laboratorio con la bolsa de galletas y el vaso de capuccino a medio llenar, bajó las escaleras y como no le quedaban manos libres decidió llamar a la puerta con la punta del zapato. Fue entonces cuando notó el delicado resplandor púrpura que salía por debajo de la puerta. El Dr. Palmer abrió con una gran sonrisa y envuelto en esa extraña luz…
-¿Qué es ese olor tan raro, Erick?
-Es el aroma del vacío. -dijo Palmer, como si declamara un poema romántico.
Apartándose de la entrada dejo ver lo que estaba al fondo produciendo esa luz, ese olor…
Alexa no se pudo contener y comenzó a llorar. Erick tomó la bolsa de galletas y el vaso, las dejó sobre una mesa y la abrazó.
-¡Esto es sencillamente abrumador, Erick!. Nunca imaginé que pudiera llegar a ser tan hermoso.
-Alexa. Lo que vas a ver ahora nadie, absolutamente nadie lo debe saber. Ya hemos hecho demasiado daño y esto debe ser un secreto entre vos y yo…
Erick le mostró una pantalla que tenía minimizada en el computador y Alexa movió la cabeza como tratando de ordenarse la ideas.
-…¡pero Erick! El Codex…
-Olvídate de ellos, Alexa. Sólo olvídate de ellos y prométeme que esto nunca se va a saber, ni aquí ni allá. Nunca.
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